El cáncer de próstata es el segundo tumor maligno más frecuente en términos de mortalidad en USA y en la mayor parte de los países del llamado Primer Mundo. Su frecuencia aumenta de forma espectacular en personas de
más de 60 años, lo que lo convierte en una enfermedad en progresivo aumento en países occidentales.
No hace demasiados años, el tacto rectal era el único método de screening en el cáncer de próstata. Gran parte de los adenocarcinomas se diagnosticaban de forma incidental en resecciones transuretrales por clínica obstructiva, casi siempre diagnosticadas de hiperplasia Una minoría se solían encontrar en estadios muy avanzados, con metástasis, y su diagnóstico se confirmaba en la autopsia.
La llegada del antígeno prostático específico (PSA) a finales de los años 80, junto con la punción transrectal con aguja, hizo que el screening del cáncer de próstata se extendiese a una gran cantidad de población masculina. Ello redundó en un diagnóstico más precoz del cáncer, en tratamientos más ajustados, y en unas expectativas de supervivencia mejores. Una consecuencia práctica de todos estos avances es que los Laboratorios de Anatomía Patológica reciben, de manera cada vez más frecuente, un número creciente de cilindros de tejido prostático obtenidos por punción.
Así pues, la aproximación diagnóstica a esta neoplasia se realiza hoy en día mediante punción prostática transrectal en pacientes que han sido previamente seleccionados mediante tacto rectal sospechoso y/o elevación sérica del PSA. El muestreo por sextantes hace que la cantidad de tejido obtenido sea, en general, suficiente para el diagnóstico y permite en muchos casos el diagnóstico de carcinomas de muy pequeño tamaño. No obstante, debido a que algunos cánceres localizados en la zona transicional de la próstata no se suelen muestrear con el procedimiento
estándar de 6 punciones, algunos grupos han preconizado la realización de 11.
El diagnóstico del cáncer prostático en fragmentos de tejido tan pequeños puede ser en ocasiones muy complicado. El riesgo inherente a la técnica y al tamaño y representatividad de los fragmentos analizados, junto con la presión a que el patólogo está sometido por parte del clínico, ha hecho que este tema sea especialmente controvertido en nuestra especialidad. De hecho, en USA una gran parte de las querellas judiciales contra patólogos lo son a cuenta de las biopsias punción de próstata.