Existe un gran espectro de neoplasias mamarias asociadas al embarazo y a la lactancia, siendo la más frecuente el adenoma lactacional (1). Los adenomas de mama son neoplasias benignas y circunscritas, constituidas por una proliferación de estructuras epiteliales con una inconstante cantidad de estroma (2). Según una clasificación propuesta por Hertel et al (3) estos adenomas pueden dividirse en proliferaciones epiteliales puras (ej: adenoma lactacional, adenoma tubular) y proliferaciones epiteliales con un componente estromal (ej: fibroadenoma). El adenoma lactacional (AL) es una rara neoplasia benigna de epitelio mamario secretor que ocurre más frecuentemente en mujeres embarazadas que en lactantes, a pesar de lo que su nombre podría indicar (4). Macroscópicamente es un tumor bien delimitado con un tamaño que oscila entre 0.8 y 25 cm según las series (1,2,4,5,6,7,8,9,10,11). La superficie de corte es lobulada, amarillenta y elástica (8). Histológicamente, el AL está constituido por lobulillos secretores mamarios aumentados de tamaño y número, con un conducto excretor, que están rodeados por una membrana basal bien definida y un tejido conectivo edematoso (6). Citológicamente, se caracteriza por una abundante celularidad de citoplasmas espumosos y frágiles, sobre un fondo proteináceo y espumoso. Los núcleos son redondos y suele haber un nucleolo prominente. No es infrecuente la presencia de núcleos bipolares desnudos y suele observarse la presencia de fragmentos intactos de lobulillos mamarios. Los extendidos no suelen mostrar fragmentos de estroma metacromático (1,2,4,9). El diagnóstico diferencial debe hacerse fundamentalmente con el carcinoma, porque aunque la incidencia de cáncer de mama en embarazadas es de 1:1000, es la segunda neoplasia más frecuente en estas pacientes tras el cáncer de cérvix (1,5,12). El diagnóstico diferencial es relativamente sencillo, ya que, aunque el AL puede tener pleomorfismo y discohesión celular, carece de la estratificación y superposición nuclear propia del carcinoma (4,12). Además, la presencia del material proteináceo de fondo y de fragmentos intactos de lobulillos mamarios asegura el diagnóstico de AL (4). Otros diagnósticos diferenciales, aunque menos relevantes, son el fibrodenoma (FA) y el adenoma tubular (AT), ambos con cambios lactacionales (1,2,4,6,8,13,14). La primera diferencia es eminentemente clínica, ya que las pacientes con AT y FA detectan la presencia de una masa antes del embarazo, mientras que el AL es siempre detectado durante la gestación (1). Además en el FA no suele haber lobulillos intactos en el extendido citológico, hay menos material proteináceo de fondo, numerosos núcleos bipolares desnudos y presencia de abundantes fragmentos de estroma metacromático (1,6). El diagnóstico diferencial citológico con el AT es más complicado, aunque tal vez la ausencia de lobulillos mamarios intactos y la disposición celular en estructuras tubulares podría ser de ayuda (13,14). Además es excepcional la presencia de un AT que surja de novo en una embarazada, ya que típicamente es un tumor propio de no gestantes (14). Es bien conocida la utilidad de la citología como técnica coadyuvante e incluso como técnica de elección en el diagnóstico intraoperatorio de lesiones mamarias (16,17,18,19,20,21,22,23). En nuestro caso, las características citológicas sugirieron fuertemente el diagnóstico de AL, por lo que, sabiendo que este tipo de neoplasias suele regresar a las 12-24 semanas tras el parto (2,12), tal vez se podría haber evitado la cirugía con una punción-aspiración con aguja fina (PAAF) como método diagnóstico de elección. Como conclusión, queremos resaltar la utilidad de realizar una impronta citológica a toda lesión mamaria recibida para estudio intraoperatorio, ya que agiliza y facilita el diagnóstico de la misma.
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