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CONFERENCIAS

LA LESIÓN ATEROSCLERÓTICA Y LA TRIADA DE VIRCHOW EN EL SIGLO XXI

Prof. José Emilio Fernández-Britto Rodríguez
Centro de Investigaciones y Referencias de Aterosclerosis de la Habana,
Universidad de Ciencias Médicas de la Habana. Cuba.


En 1856 el sabio alemán Rudolf Virchow [1] definió que las alteraciones de las paredes de las arterias, conocida hoy como la arteriosclerosis, se producían como resultado de las interacciones de tres elementos básicos: (a) los fenómenos hemodinámicos derivados por el flujo sanguíneo; (b) la sangre y sus componentes, responsables de los fenómenos hemorreológicos y de la hipercoagulabilidad (c) los integrantes de la pared arterial que es donde se produce la lesión. Estos criterios se han visto reforzados a lo largo de todos estos años por los resultados de las muchas investigaciones científicas realizadas hasta la fecha en esta materia [2, 3, 4, 5]

Se describen tres variedades de enfermedades derivadas de la arteriosclerosis, cada una con sus propias características: (a) la aterosclerosis, (b) la calcificación de la capa media arterial o enfermedad de Monckeberg y (c) la arteriolosclerosis. Este trabajo analizará algunas de las características consideradas entre las más importantes de una de ellas, la aterosclerosis [5].

La aterosclerosis esta integrada por dos grandes grupos de enfermedades, las conocidas como Factores de Riesgo Aterogénicos (imagen 1) y las que resultan de las consecuencias orgánicas de la aterosclerosis (imagen 2).

Imagen 1

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Imagen 2

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Desde el punto de vista epidemiológico, la aterosclerosis, sus factores de riesgo y sus consecuencias orgánicas se consideran internacionalmente como la primera causa de: a) muerte; b) ingresos hospitalarios; c) incapacidad e invalidez y d) pérdida de la calidad de vida, en todos aquellos países donde las infecciones no ocupan este lugar preponderante [6,7].

Como criterio validante de la enorme responsabilidad y gravedad de la aterosclerosis se puede afirmar que ataca al hombre cuando este es mas útil a la sociedad, a su familia y a el mismo y que junto al cáncer constituyen los dos mayores depredadores de la salud humana en la segunda mitad del siglo XX y lo continúa siendo en los principios del siglo XXI. [6,7].

La aterosclerosis, debe ser considerada como una enfermedad del metabolismo general que se trasmite por la sangre y cuyo órgano diana es la pared arterial [5] y puede interpretarse como la respuesta defensiva obligada del tejido conectivo de la pared arterial ante una agresión permanente y de carácter exponencial.

La pared arterial se ve modificada por diferentes condiciones biológicas entren las que se pueden mencionar las propias estructuras que adquieren las arterias en sus distribuciones, o sea la geometría del árbol arterial necesaria para la irrigación de los tejidos y órganos, adquiriendo formas de curvaturas, bifurcaciones, trifurcaciones y las salidas de ramas menores en diferentes ángulos de sus troncos originales. Estas condiciones estructurales crean las agresiones consideradas biológicas e inevitables dependientes de la propia anatomía humana.

Existen otros factores agresores exógenos como el tabaquismo, la exposición a tóxicos y xenobióticos a veces adquiridos en el ambiente y otras en la propia nutrición. También se deben consideran aquellos agentes agresores endógenos, tales como proteínas autoformadas por mutaciones o secreciones excesivas de algunos órganos, tejidos y células. Producto de todas estas agresiones el organismo se ve obligado a defenderse y lo hace mediante sus fuertes y bien elaborados mecanismos de defensa propios del tejido conjuntivo como son los procesos de inflamación, inmunidad y reparación [5].

Producto de la lucha ente los agresores y los mecanismos de defensa del organismo se producen modificaciones estructurales en los tejidos y órganos que participan en estas actividades y el resultado suele ser un tejido especial al que generalmente se le conoce con el nombre de cicatriz. En el caso especial de la lucha entre agresores y la respuesta del organismo en la pared arterial a estas cicatrices es que se les denomina como lesión aterosclerótica.

Estas agresiones y sus obligadas respuestas defensivas de las arterias contribuyen a modular las relaciones de los diferentes componentes de la sangre entre si y con la propia pared y además influyen en los fenómenos hemodinámicas que la propia circulación originan como son la velocidad de la sangre, su viscosidad, la presión sanguínea, la presión oncótica, la presión osmótica, el intercambio de las carga eléctricas de los elementos formes de la sangre y todo este conjunto de modificaciones modulares influyen en la pared arterial y la obligan a defenderse para tratar de mantener su composición estructural y funcional para la que fue genéticamente creada. Pero como ya se mencionó el organismos solo sabe defenderse utilizando los mecanismos propios del tejido conectivo la inflamación, la inmunidad y la reparación [5].

La aterosclerosis es un evento crónico, silencioso, larvado, generalmente ignorado y desconocido por el paciente y sus familiares. Su debut es con frecuencia una gran crisis de agudización y en ocasiones su primer síntoma es la muerte súbita, o un infarto de miocardio, o una enfermedad cerebrovascular, o un aneurisma aterosclerótico fisurado o roto, o una crisis vascular arterial periférica obstructiva [5, 8, 9]

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La lesión aterosclerótica y sus clasificaciones.

A principios de este siglo, Ruffer [10] y Shatok [11] desde 1901 al 1910, en Inglaterra se dedicaron a estudiar los cuerpos de momias egipcias de más de 2000 años. En la publicación de Ruffer [10] también se menciona la primera referencia que reconoce la historia de la medicina relacionada con la aterosclerosis y las enfermedades cardiovasculares y cardíacas y es la imagen del Faraón Sessi At Sakkara afectado por muerte súbita. Estos investigadores analizaron aortas, coronarias, ilíacas y otras arterias y la conclusión, que se observó fue que la aterosclerosis no había sufrido variación alguna de como se presentaba en las primeras épocas conocidas de la historia del hombre, con lo que se observó en esos momentos y en la actualidad se puede asegurar que no existen diferencias patomorfológicas alguna en estas lesiones. Por lo tanto se puede afirmar que la aterosclerosis es una enfermedad que afecta las arterias con graves repercusión en los órganos por ellas irrigados y que en su evolución histórica ha tenido las mismas expresiones patomorfológicas y las mismas manifestaciones clínico-patológicas [5].

Antes de 1957, el estudio y descripción de la lesión aterosclerótica era muy impreciso y difícil de unificar, pues cada grupo de investigadores lo refería a su manera existiendo un verdadero caos de nomenclatura e interpretación de los fenómenos que la acompañan.

En 1957 la Organización Mundial de la Salud [12], reunió a un grupo de expertos en aterosclerosis con el objetivo de organizar, orientar y sobre todo clasificar y uniformar internacionalmente los conocimientos referentes a la lesión aterosclerótica. Este grupo, presidido por Colman [12], de acuerdo a sus características patomorfológicas, definió cuatro tipos de lesiones aterosclerótica: (a) estría o banda adiposa; (b) placa fibrosa; (c) placa complicada y (d) placa calcificada. En 1960 este mismo grupo de expertos [13] se reunió para examinar el desarrollo de los acontecimientos de acuerdo a su clasificación inicial y señalaron que las placas complicadas y calcificadas tenían una influencia clínica muy similar y decidieron dejar la clasificación en tres, estrías adiposas, placas fibrosa y placas complicadas, para estas últimas lesiones en La Habana en 1980 [14], se sugirió denominarlas como placas graves englobando en este concepto todas las complicadas y calcificadas. Estos tres tipos de lesiones son aceptados por la generalidad de los investigadores, aunque también en la década de los 90 del siglo XX se ha descrito por Herbert Starry [15, 16] otra clasificación mas moderna y muy útil.

Muchos han sido los científicos que han pretendido establecer diferentes clasificaciones de la lesión aterosclerótica, merece especial mención Starry [15,16] quien definió algunos conceptos generales básicos para el estudio de estas lesiones. Revolucionó el concepto de la íntima arterial normal humana, demostrando la existencia de dos capas en la íntima, inmediatamente en contacto con el endotelio la de proteoglicanos y mas distal a esta la músculo elástica. También demostró la presencia de células musculares lisas en estadío contráctil (CMLc) y en estadío sintético (CMLs) en la íntima normal de los niños, así como la presencia de macrófagos en ellas, elementos considerados como normales de esta capa arterial, estas observaciones ya habían sido observadas por Daria Haust [17, 18], quien también contribuyó a la descripción de la proliferación intimal normal diferenciándola de la lesión aterosclerótica inicial. El aporte principal de Starry fue la definición de seis variedades microscópicas de lesión aterosclerótica. Las dos primeras se corresponden con las estrías adiposas, la tercera y la cuarta con la placa fibrosa y la quinta y sexta con las complicadas o graves. No obstante para los estudios de la morfometría macroscópica de la lesión aterosclerótica la Organización Mundial de la Salud y su grupo de expertos internacionales PBDAY [19, 20, 21] (Pathobiological Determinants of Atherosclerosis in Youth) y también Wissler y colaboradores [22, 23, 24] que han realizado una investigación similar en los Estados Unidos de Norteamérica denominada PDAY, con el mismo título en inglés que el PBDAY, utilizaron la clasificación propuesta en 1957 [12] y modificada en 1960 [13] por la OMS.

De acuerdo a estos criterios se definirán los conceptos siguientes:

La lesión aterosclerótica inicial o lesión grado 1, denominada estría adiposa o banda de grasa, (imágenes 3 y 4) se caracteriza macroscopicamente por presentar estrías amarillentas, muy bien puestas en evidencia por técnicas histológicas especiales para teñir las grasas, como por ejemplo la descrita por Holman utilizando Sudán IV [25]. Estas lesiones iniciales suelen localizarse en algunas regiones específicas de la arteria, conocidas como las zonas pronas o aterogénicas de la arteria, allí donde se producen bifurcaciones, trifurcaciones, curvaturas, o sea allí donde el flujo sanguíneo sufre modificaciones. Microscópicamente están formadas por células llenas de vacuolas de grasas, en su mayoría son macrófagos pero también existen otras también cargadas de lípidos que son de músculo liso (CML), en general a todas las que muestran esta imagen se les conoce con el nombre de células espumosas, lipófagos o aterocitos, los que adquieren, con las técnicas histológicas habituales de hematoxilina y eosina un aspecto de célula llena de vacuolas o espacios vacíos, pues la grasa se disolvió con los reactivos utilizados en esta técnica, de aquí el nombre de células espumosas. Esta lesión generalmente no protruye hacia la luz arterial y si lo hace es muy discretamente, es de consistencia muy blanda y no altera de manera importante la elasticidad, la flexibilidad, la distensibilidad de la pared y por lo tanto no modifica el flujo sanguíneo de manera importante. Se observa desde los primeros años de la vida y se localiza en los niños principalmente en la aorta [19, 20, 21, 22, 23, 24]. Su mayor importancia radica en su capacidad de evolucionar hacia otra lesión mas agresiva que se describe a continuación

Imagen 3

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Imagen 4

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Se conoce como placa aterosclerótica [5, 14, 15, 16] aquella lesión que protruye o hace saliencia hacia la luz arterial disminuyendo el calibre vascular. Estas placas o lesiones elevadas, como también se les denominan según sus características histopatológicas se les identifican con diferentes nombres entre los cuales los más frecuentes son los siguientes: en placas adiposas, placas fibrosas, placas complicadas, placas calcificadas y placas graves, algunos de estos nombres engloban varias de estas lesiones.

La placa adiposa (5, 14, 15, 16) es la continuidad cuantitativa de la acumulación de grasas en la lesión inicial o estría adiposa, donde se ha incrementado la cantidad de macrófagos y CML repletas de grasa (células espumosas), suficientes como para comenzar el proceso de abultamiento que protruye esta lesión hacia la luz arterial. El exceso de macrófagos y su excesiva ingestión de grasas lo llevan a romperse y liberar esta grasa, en ocasiones predigerida en la matriz extracelular de la íntima arterial, lo que inicia la formación de un núcleo central de depósito de grasas extracelular, todo esto contribuye a la formación del abultamiento de la lesión y su consecuente proyección hacia la luz arterial. Durante muchos años se ha discutido si la placa adiposa debe considerarse una lesión especial o interpretarse como una variedad de la estría adiposa, independientemente de cualquier otra opinión los investigadores de la estructura macro y microscópica de la lesión aterosclerótica conocen bien la existencia de ambas lesiones y sus características patomorfológicas.

La placa fibrosa, lesión aterosclerótica grado 2 [5,14,15,16] (imágenes 5, 6 y 7) constituye la lesión mas discutida e interesante de la aterosclerosis, la mayor parte de los investigadores en la materia la aceptan como la lógica evolución progresiva de la estría y de la placa adiposa. Es una lesión elevada, dura, prominente, que protruye hacia la luz arterial, de color blanco perlado y con bordes generalmente hiperhémicos y teñidos de rojo con la técnica del Sudán IV. Contribuye a la obstrucción y su consecuente estenosis de la luz arterial y es victima y a la vez responsable de muchos cambios hemodinámicos y hemorreológicos del flujo y los componentes de la sangre, precisamente en su localización. Estos cambios influyen en la evolución progresiva de esta placa hacia otras mas graves y predisponen a los fenómenos de aterotrombosis, tan peligrosos para el paciente. Esta placa divide la íntima arterial en tres zonas importantes desde el punto de vista hemodinámico y hemorreológico, la anterior a la lesión, la de la lesión y la posterior a la lesión [5, 14, 15, 16].

Imagen 5

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Imagen 6

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Imagen 7

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Precisamente el crecimiento de esta lesión y su transformación hacia otra variedad más agresiva, la placa grave, es la responsable del efecto, o sea los cambios patomorfológicos y fisiopatológicos que se introducen en la biología de la pared arterial y su obligada consecuencia de gravedad clínica para el paciente.

Microscopicamente se caracteriza por la presencia de abundantes células de músculo liso (CML) transformadas de su variedad fenotípica contráctil (CMLc) a su variedad sintética (CMLs) y abundante material de la matriz del tejido conectivo, segregado por ella, colágeno en diferentes estadios de maduración, fibras colágenas, elastina y sus correspondientes fibras elásticas, proteoglicanos, glicosaminoglicanos, glicolípidos, fibronectina, laminina, vitronectina, versican, tenasina, etc...

En la placa fibrosa suele observare el núcleo central de lípidos extracelulares, con cristales de colesterol y abundantes células espumosas, rodeado de la cápsula fibrosa mas o menos colagenizada y hialinizada que le da el nombre a esta lesión. Se ha interpretado esta disposición como la reacción de agresión de los lípidos en la íntima arterial y la respuesta del tejido conectivo tratando de limitar la progresión del reciente depósito de lípidos [5,14,15,16].

Esta respuesta tisular esta producida por las CML que se encuentran normalmente en la capa músculo elástica de la íntima y en la media y resultan estimuladas y activadas por diferentes factores de crecimiento provenientes de las células endoteliales, de las plaquetas, de los monocitos-macrófagos, de los linfocitos, mastocitos y otros, desconocidos por nosotros o aun no descubiertos. Estas CML en estadio contráctil (CMLc), resultan estimuladas, activadas y se transforman en sintéticas CMLs proliferan y migran hacia el espacio subendotelial de la íntima donde se localizan y comienzan un proceso intenso de secreción de los componentes normales del tejido conectivo, tal y como se han mencionado.

La placa grave, lesión aterosclerótica grado 3, [5,14,15,16] (imagen 8), así se han denominado desde 1980, por el grupo de investigadores del Centro de Investigaciones y Referencias de Aterosclerosis de la Habana (4, 5, 14), a las placas complicadas y calcificadas descritas desde 1957 por el grupo de expertos de la OMS. Esta placa grave (complicada o calcificada) es la continuidad biológica evolutiva de la progresión patológica de la placa fibrosa. Es una placa fibrosa que ha sufrido alguna de las alteraciones siguientes: fisura del endotelio, ruptura del endotelio con inicio de la formación de un trombo, presencia de grupos de plaquetas agregadas y adheridas al endotelio iniciando la formación de un trombo, trombosis ya establecida en la pared arterial, hemorragia intraplaca, o presencia de depósitos de calcio en la íntima y media arterial. Se definió como placa calcificada aquella en que el depósito de calcio era muy intenso y dominaba el cuadro histopatológico.

Imagen 8

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Posteriormente este mismo grupo de experto [13] definió que la calcificación era una de las complicaciones que transformaban una placa fibrosa en complicada y que solamente su cuantificación respecto a la cantidad de calcio depositado o de territorio ocupado por este era lo que definiría si una placa debería ser considerada como complicada o como calcificada, como puede apreciarse esta división resulta, poco precisa y artificial. Ante esta disyuntiva y los criterios de algunos que continuaron utilizando la clasificación de cuatro y otros de tres denominando indistintamente placa o lesión complicada se prefirió, por el grupo de investigadores del CIRAH de la Habana darle el nombre de placa grave a estas lesiones [5,14].

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Fisiopatología de la lesión aterosclerótica

Para tratar de entender algunos aspectos que pueden considerarse como básico en el origen y desarrollo de la lesión aterosclerótica se deben mencionar algunos de los siguientes (imagen 9).

Imagen 9

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Esta perfectamente demostrado que la geometría arterial tiene bien definidas las zonas donde se inician y desarrollan las lesiones ateroscleróticas en cada arteria (2, 3, 4) (imagen 10), estas zonas se les conocen como las zonas pronas o donde se inicia y favorece el desarrollo de las lesiones. Las relaciones entre el chorro de sangre que circula, sus propias características fisico-químicas, la hemorreología y la hemodinamia y sus relaciones con la pared y las estructuras que la componen, crean dos fuerzas especiales que se conocen como shear rate o estrés de tensión biaxial y la otra es el shear stress o estrés tangencial o de cizallamiento. Ambas fuerzas juegan un papel muy importante en le origen y desarrollo de la lesión aterosclerótica [2, 3, 5] (imagen 11).

Imagen 10

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Imagen 11

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El shear rate se caracteriza porque al paso de la sangre las células endoteliales están sometidas a un estiramiento a lo largo y a lo ancho y es precisamente en esos instantes cuando la pared arterial necesita recibir su nutrición de la sangre. Otras condiciones importantes son los gradientes de presión que se crean entre los elementos sólidos de la sangre que circulan por el centro del chorro y los que circulan por la periferia. Las fricciones que producen el shear stress se deben a la sangre que circula en un sentido y la barrera que las células endoteliales le ofrecen en el sentido opuesto y de ahí surgen las condiciones de fuerza en cizalla, la que funciona exactamente como el principio por el que corta la tijera [2, 3, 26, 27]. En las llamadas zonas pronas el shear stress es mas bajo (imagen 12) y se trata de una zona donde el chorro de sangre pegado al endotelio pierde volumen y consistencia, se produce un enlentecimiento de la circulación a ese nivel, un verdadero remanso, se concentran las macromoléculas y entre ella las Lipoproteínas de Baja Densidad (LDLc), que son precisamente las más ricas en colesterol. Estos cambios circulatorios alteran la permeabilidad de las células endoteliales allí situadas, las que permiten el paso exagerado de las macromoléculas al espacio subendotelial de la íntima y entre ellas pasan en proporción incrementada las LDLc, creando así las condiciones suficientes y necesarias para el futuro origen a la lesión aterosclerótica [5].

Imagen 12

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Estos cambios hemodinámicos estimulan a las células endoteliales a segregar diferentes citoquinas y entre ellas, las interleuquinas 1 y 8 y una proteina especial conocida como proteina quimiotáctica de macrófago-1, además otras sustancias también resultan secretadas y todas ellas ejercen influencia sobre los leucocitos circulantes en la sangre [5].

En general los leucocitos resultan estimulados y atraviesan por las tres fases siguientes: a) son estimulados por las moléculas de adhesión celular en este caso las selectinas, P (derivada de plaqueta), L (de linfocito) y E (de endotelio) y cambian su status de células inactivas a células activadas, en este paso los monocitos se transforman en macrófagos y son atraídos hacia el endotelio; b) contactan el endotelio y comienzan a resbalar lentamente por él y c) al final resultan fuertemente fijadas al endotelio y se inicia el proceso de penetración al espacio subendotelial de la íntima. Además de los monocitos, que al ser estimulados de esta formas ya se han transformado en macrófagos, resultan estimulados los linfocitos, los polimorfonucleares neutrófilos y algunos escasos mastocitos, todas estas células entran al subendotelio en diferentes cantidades y a diferentes velocidades, en dependencia de muchos otros factores, algunos bien conocidos, otros sospechados y otros aún no definidos [5].

Una vez en la íntima las LDLc siguen tres caminos diferentes: a) en pequeñas cantidades penetran en las CMLc de la capa músculo elástica de la íntima, para contribuir a la formación de las membranas celulares de estas; b) otra cantidad de ellas retornan al torrente circulatorio por la misma vía que penetraron y c) otra cantidad de ellas se quedan residentes en la íntima arterial [5].

Este exceso de LDL residentes en el subendotelio estimula otra serie de mecanismos fisiopatológicos. Se ha demostrado que en el matriz extracelular existen muchos elementos bioquímicos y entre ellos se encuentran algunos proteoglicanos que atraen y fijan las LDL, las que detienen su mobilidad y resultan fácilmente expuestas para ser modificadas (LDLm). La carga fuertemente negativa de este proteoglicano denominado vitronectina se une a la fuertemente positiva de la capa externa de las LDL. Diferentes procesos bioquímicos se producen en la íntima para modificar las LDL, estas modificaciones consisten en un cambio sustancial de su estructura exterior, en ocasiones esto responde a la oxidación producto de las acciones de los radicales libres o especies reactivas del oxígeno, o por glicocilación, o como se ha demostrado in vitro por metilación o por acciones del ácido malondialdehido, lo cierto es que las LDL modificadas no pueden ser incorporadas a las CMLc de la íntima por no tener estas receptores de membranas para estas nuevas estructuras [5]. Sin embargo los macrófagos son las células que selectivamente ingieren las LDLm pues ellos si poseen los receptores de membranas específicos para estas nuevas estructuras. Pero sucede que los macrófagos son de las pocas células, o quizás las únicas que no poseen la capacidad de metabolizar en su interior las LDL, lo que hace que estas células almacenen los lípidos ingeridos los que no pueden ser metabolizados en su interior. La acumulación de estos lípidos dentro de los macrófagos es lo que da el aspecto de células llenas de vacuolas y por eso se les ha llamado células espumosas [5].

Ahora los procesos se hacen cada vez mas complejos y las interacciones se aceleran más y más entre si. Más LDLc penetran, más se hacen residentes, más resultan modificadas, más resultan ingeridas por los macrófagos, más grande se va formando el núcleo de lípidos acumulados. Se produce un intenso intercambio entre los lípidos residentes, los macrófagos y el núcleo de lípidos acumulados [5].

Mientras este proceso avanza el intercambio fisiopatológico entre las células de la sangre, plaquetas, hematíes, leucocitos, las endoteliales, los componentes del matriz extracelular, las fuerzas hemodinámicas y otras acciones, van cada vez haciendo todo este proceso más y más complejo.

De esta manera las células endoteliales estimulan a las plaquetas las que comienzan a fabricar diferentes sustancias y entre ellas el bien conocido PDGF (Platelets Derived Grow Factor), o factor de crecimiento derivado de plaquetas, la función mejor conocida de este factor es su enorme influencia en la transformación geno y fenotípica de las CMLc en su estadio o fase contráctil, en CML sintéticas (CMLs) [5].

Entonces las CMLs asi transformadas cambian su fisiología y adquieren propiedades nuevas como son la migración y proliferación, adquieren movimiento y se desplazan hacia el espacio subendotelial de la íntima y allí se dedican a la fabricación de los componentes del matriz extracelular, fabrican colágeno de diferentes tipos, I, III, IV, V, y elastina, fibras elásticas, proteoglicanos, glicosaminoglicanos, fibronectina, laminina y otras sustancias. Así los hechos, las CMLs se convierten en el elemento que va a rodear al depósito de grasa, o sea al núcleo central lleno de macrófagos en forma de células espumosas y de esta manera la pared arterial le forma una cápsula fibrosa mas o menos densa al núcleo de lípidos elemento fundamental para evitar el contacto de los lípidos con al sangre y la inminente formación de la trombosis y sus secuelas la isquemia o el infarto [5].

Al igual que el PDGF existen otros factores de crecimiento estimulantes de la transformación de las CMLc en CMLs, derivados de las propias células endoteliales, del sistema monocito-macrófago, de los linfocitos y de los mastocitos. Cada una de estas células estimulan grupos de CMLc tanto de las presentes en la íntima en su capa músculo elástica como las de la media, las que como se mencionó adquieren nuevas funciones y entre ellas las de migrar a la íntima subendotelial.

Los conceptos más modernos indican que la placa aterosclerótica puede seguir tres caminos diferentes en su evolución: a) la progresión de la lesión; b) la regresión de la lesión y c) la estabilización de la lesión. [4, 5, 14, 15, 16].

Mucho se discute y mucho se ha publicado sobre la regresión de la aterosclerosis, estudios experimentales con diferentes tipos de animales, sobre todo con diferentes especies de monos e inclusive muchos estudios en humanos, utilizando varios métodos, dietas, estudios angiográficos, ultrasonido de diferentes categorías, tomografía axial computarizada, resonancia magnética, etc., sin embargo la verdadera regresión patomorfológica no se ha podido demostrar de manera concluyente para ser aceptada por todos los investigadores en esta temática. En los últimos años se ha modificado el concepto de lo que se puede hacer por evitar los grandes desastres clínicos consecuentes a la evolución fatal de la placa aterosclerótica y hoy existe acuerdo entre los expertos de que lo que si se puede lograr es ESTABILIZAR LA PLACA ATEROSCLEROTICA, [5, 8, 9] para evitar su ruptura e inmediata formación del trombo causante del posterior infarto tisular, cualquiera que sea el órgano de que se trate.

Resulta aceptado por la mayoría de los investigadores que la disminución general de los lípidos en el paciente repercute muy favorablemente a la disminución de los lípidos dentro de la lesión aterosclerótica y por lo tanto la consecuencia obligada es la estabilización de la placa y el mejor pronóstico del paciente.

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Índice
La lesión aterosclerótica y sus clasificaciones
Fisiopatología de la lesión aterosclerótica
Referencias Bibliográficas